31.10.06

Una fiesta literaria de 20.000 euros en el Ritz

Julián de Antonio de Pedro

En el Ritz, sueño real de Alfonso XIII, se presentaron, el pasado día 26, las obras ganadoras del concurso “Ciudad de Torrevieja”. Al hotel lo encontré desconocido, y eso que desde que se inauguró en 1910 se siguen sirviendo en su majestuoso lobby los mismos tés: el Earl Grey del Himalaya, el Darjeeling indio o el Lapsang Suchong, entre otros. Se servían a las siete y media de la tarde, a la hora que estaba prevista la presentación de las novelas en el Salón Real. Los 360.000 euros para el primer lugar se los llevó “El Candidato”, de Jorge Bucay; y los 125.000 del finalista, recayó en “Querido Caín”, de Ignacio García Valiño.

Para llegar al salón Real tuve que atravesar el lobby del Ritz, tan repleto de gente extranjera como Bravo Murillo en fines de semana. Era la hora del té, de un té tarifado en 22 euros; claro que el té del Ritz no es un té corriente, es un té que, por la hora, bien podía pasar por una suculenta merienda o por una buena cena. A lo que iba, al salón Real. Conseguí llegar a él esquivando comensales, preocupado porque ya eran las siete y media pasadas; pero el acto no empezó hasta casi las ocho, así que pude entretenerme observando las excelencias del salón Real, el más grande del Ritz, más grande que los majestuosos Felipe IV y Alfonso XIII, más que el Goya, tan grande como los tres juntos: 300 personas entrarían en él.

“Muy logrado”, pensé observando los cortinajes isabelinos, los ventanales amansardados, el gran espejo que lo presidía, su luminosa araña central, los miles de relucientes cristales colgando de la bóveda celestial. “Es falsa”, me dije refiriéndome a la bóveda, “Pero cumple su objetivo: comunicar grandeza o fastuosidad a los actos que se realicen bajo ella”.

El salón Real del Ritz se fue llenando de gente hasta rebosar; los micrófonos y las videocámaras que iban a dejar constancia del acto, tenían dificultades para moverse; allá donde miraran sus objetivos un mar de cabezas luminosas respondían expectantes.

Y empezó el acto. Tomó la palabra Pedro Hernández Mateo, alcalde del ayuntamiento de Torrevieja, un municipio saleroso que hace cuarenta años tenía nueve mil habitantes y hoy noventa mil, que se transforman en mas de quinientos mil en época veraniega.

Cinco minutos escasos estuvo en el uso de la palabra Hernández Mateo, suficientes para dejar constancia del éxito obtenido por la quinta edición de su concurso que ha alcanzado la cifra de 418 manuscritos. El Alcalde de Torrevieja, en el marco incomparable del Ritz madrileño (digo madrileño para distinguirle del Ritz parisino o londinense a los que emuló) dejó bien claro que “El Candidato” y “Querido Caín”, darían qué hablar y profetizó su buena acogida por parte del público. Lo ratificó a continuación el representante de la editorial Plaza & Janés Grijalbo, invirtiendo en ello menos tiempo que el alcalde.

Ignacio García Valiño (finalista del Nadal en el 98 y Premio José María de Pereda en el 95), 38 años, psicólogo, zaragozano, autor de un libro de cuentos y varias novelas, elogió la competencia de los editores que en menos de un mes habían hecho posible lo que para muchos escritores es un sueño. Habló a continuación de “Querido Caín”; lo hizo con una intervención breve (unos diez minutos), pero concisa, tan concisa que si la reprodujera aquí su “Querido Caín” resultaría destripado.

No cayó en la misma trampa Jorge Bucay (escritor argentino del que se dice que más de una docena de libros suyos se han traducido a veinte idiomas y le han convertido en un best-seller en muchos países del mundo), 59 años, siquiatra. Prácticamente se limitó en su intervención a hacer un chiste: dijo que “El Candidato” era, sin ningún genero de dudas, su mejor novela, porque era “su primera y única novela”, aclaró despidiéndose con un tópico: “lo bueno si breve dos veces bueno”.

No eran las ocho y media cuando se dio por concluido el acto de presentación de las dos obras literarias, que no del evento: a continuación se invitó a los asistentes a un cóctel en la misma sala.

Libre de sillas, pude apreciar que el pavimento del salón estaba como renovado, esplendido: pisábamos todos un magnífico entarimado de madera noble, con incrustaciones de marquetería, que realzaba aún más, si más es posible, la grandeza del evento.

El cóctel estuvo muy bien, magnífico: entre tintos de crianza con denominación de origen riojana, blancos de Somontano, virutas de jamón y de lomo, chipirones encebollados, atún marinado, tortilla española y otras delicias, Pedro Hernández Mateo, fue sin duda un excelente embajador de una tierra salerosa, la de Torrevieja, que según sus palabras aspira a ser “Ciudad turística por Excelencia”.

Al salir del Ritz oí que alguien se lamentaba diciendo que había calculado mal, que sus dieciocho euros no llegaban ni para comprar una de las novelas; al parecer había intentado pagar los cuarenta euros que valían las dos con su tarjeta Visa, pero le dijeron que sólo admitían pago al contado.

“Cosa extraña en el Ritz”, me dije consciente de que los cincuenta euros por persona del cóctel y los dos mil cien del local, que acercan la cifra del agasajo a los 20.000 euros, IVA incluido, no se los habrían exigido al contado a Plaza & Janés Grijalbo ni, en su caso, al Ayuntamiento de Torrevieja.

1 Comments:

At 9:57 a. m., Anonymous Anónimo said...

y qué hace el Premio ciudad de Torrevieja en Madrid???

 

Publicar un comentario

<< Home