21.11.06

De Barajas a Getafe en taxi con GPS

Loreley Souto

Después de diez horas de vuelo, me encontraba en Madrid en el aeropuerto de Barajas. Coger aquella maleta completa de libros más que de ropa, requería un esfuerzo superior a mis posibilidades concientes; las consecuencias del pago del sobrepeso continuaban presente. Pero una vez más, los objetivos trazados superaban todas las barreras. Éste, había sido un viaje ansiado por mí. Nada me era habitual. La agradable sensación de seguridad provenía de mi fiel compañero de siempre: Jesús y del arrugado y desmerecido papel indicativo de las líneas de autobús y metros que conducían a Getafe.

Ya en el exterior, una dispuesta y larga línea de automóviles blancos habría de cambiar nuestros modestos planes: coger un taxi traería consigo un arribo rápido y confortable. El juego del azar coincidió en que nuestro conductor fuese un sexagenario, de complexión gruesa, de pocas palabras y poseedor de cierta tecnología, el GPS, que haría las veces de “segundo conductor” -como dijo. Y agregó: “No conozco bien Getafe, no es un destino común para mi. Las afueras de Madrid no las conozco bien”. Su atención se dividió entre el volante y aquel radar parlante, que, aseguró, le indicaría el camino preciso para llegar al Hostal Carlos III.

Luego de varios intentos infructuosos, escuché un monólogo sorprendente, que provenía del GPS. Con absoluta precisión, indicaba los giros y nombres de las calles que habría que recorrer para arribar al Hostal. De acuerdo a las explicaciones del primer conductor, aquella voz emitida por el radar tampoco sabía verdaderamente cómo hacernos llegar a nuestro destino final. Así, ya en la mismísima rotonda del Lazo Azul, el chofer decidió parar y bajar del automóvil, para consultar personalmente a un transeúnte que pasaba por el lugar. Eso sí, cuidando nuestra seguridad, previamente encendió la baliza y estacionó en la mano derecha de la glorieta del Lazo Azul. La sensación de inseguridad superaba con creces lo que acaba de experimentar a miles de metros de altura.

Bocinas y entredichos, lograron hacer volver al automóvil a nuestro conductor y compañero de aventuras. La información del transeúnte tampoco le fue útil, de modo que continuar la desorientada marcha era la única posibilidad. Luego, nuevos intentos desesperados con el GPS, que continuaba disfuncional, indicando caminos erróneos -según nuestro conductor-. Sorpresivamente, nos encontrábamos en la puerta del Hostal Carlos III. La confusión no nos permitió ser generosos, con nuestro primer conductor del taxi en España.

1 Comments:

At 5:06 p. m., Anonymous Anónimo said...

-La crónica tiene gracia, y eso ya de por sí es fundamental (un texto que lo consiga ya tiene un valor interesante, al menos para mí, porque muchos suelen fracasar en el intento). Y creo que en ello influye un más que acertado comienzo. La puesta en situación, esa llegada por fin a Madrid, predispone al lector (especialmente al que conoce Madrid, o al menos al que le es familiar la experiencia a la que te enfrentas: coger un taxi en España) para el discurso de un extranjero absolutamente neófito en las vivencias a continuación. Por ello, esa inocencia posterior es tan realista (y surrealista a la vez para el lector de aquí) y, contada muy eficazmente en clave de humor, roba del lector varias carcajadas (“escuché un monólogo sorprendente, que provenía del GPS. Con absoluta precisión, indicaba los giros y nombres de las calles que habría que recorrer para arribar al Hostal”).
Por otro lado, es verdad que se hallan ausentes varios de los elementos referidos en clase, concretamente la introducción de ti misma en el texto (no se te ve como personaje a través de descripción física, y de tu personalidad tampoco averiguamos en exceso al margen del incidente central de la historia), así como lo relativo a la construcción del ambiente en el espacio. Quizá un trabajo más exhaustivo con los simbolismos, más elaborado semánticamente, dotaría a la narración de un factor sugestivo mayor. La estructura, quizá, está también un tanto difuminada (el comienzo creo que está bien, pero quizá la crónica acaba muy de repente, y dada la extensión del texto que se nos recomendaba podías haber incidido algo más en la conclusión, en las sensaciones que te ha despertado ese viaje en taxi, esa primera experiencia en Madrid).
Por lo demás, olé tu mérito al ponerte a escribir sin tener idea previa de redacción periodística (así nos hallamos todos, o al menos un servidor), y enhorabuena por un texto muy simpático.

 

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