21.11.06

Un horrible pájaro negro me observa desde el techo de mi habitación

Celia Armenteras


Eran las tres de la madrugada y unos ojos negros me observaban desde el techo de mi habitación. Aquella visión era la consecuencia de un mes durmiendo apenas dos horas diarias. Asustada, cerré los ojos un momento para volver a abrirlos y asegurarme de que no alucinaba. Ahí estaba, un horrible pájaro negro, que supongo se refugiaba del calor, me observaba desde el techo. El incidente me dejó temblando una semana, pues aquel animal y su mirada se convirtieron en una especie de símbolo indicador de que algo estaba fallando de verdad. Así que empecé a preocuparme por esta enfermedad que padece de forma grave el 17% de los españoles, y casi el 40% de forma leve (¡y 70 millones de norteamericanos!): el insomnio.

No recuerdo muy bien cuándo empezó todo, qué día dejé de soñar para no dormir durante tanto tiempo. Sólo sé que aquella primera noche sin dormir algo hizo “clic” en mi cabeza, y desató una tormenta inconsciente que me mantendría en vela cuatro meses. Entre suspiros y llantos silenciosos he dedicado esas horas terribles a investigar las causas de esta epidemia.

A lo largo de tantas noches interminables he leído sobre el tema en internet, y durante el día he consultado a médicos y terapeutas. Uno de ellos me recomendó unas pastillas naturales que me han servido mucho; por cierto, prohibidas en España. Todas mis fuentes coinciden en las causas de tan incómoda patología: el estrés, el alcohol, algunos medicamentos, la depresión en todas sus variantes, algunas enfermedades como la obesidad, la apnea del sueño o las alergias; las drogas… A partir de estos datos, he dedicado horas a recapitular mi vida, el día a día en el trabajo, mi relación con amigos y compañeros, las vías por las que escapo de la monotonía, etc., y no he descubierto en ello nada que pueda diferenciarme del resto de personas que, me cuentan, se duermen como niños en cuanto sus mejillas rozan la almohada. No estoy más estresada que mis amigos, no soy ejecutiva, ni agresiva, ni manejo más dinero que otros; tampoco bebo más alcohol, ni tengo apnea, ni alergias, ni tomo drogas. ¿Por qué, entonces, yo no me duermo hasta que amanece, y mi marido arquitecto, cargado de responsabilidades, duerme plácidamente a mi lado, como un lirón?

Lo que más me inquieta son los efectos del no dormir, un amplio abanico que se abre con una baja productividad en el trabajo, y que pasa por la irritabilidad, por un mayor riesgo a padecer enfermedades, por una disminución de la calidad de vida, hasta llegar a una muerte prematura. La falta de sueño afecta negativamente al sistema inmunológico, que es el encargado de combatir virus y bacterias.

Con este panorama ante mis ojos, he decidido visitar a un psiquiatra, al que he acudido desesperada y dispuesta a atajar mi enfermedad con ansiolíticos, antidepresivos, somníferos, o lo que sea. Y él me lo ha explicado todo con suma tranquilidad, tanta, que casi he bostezado. Me ha dicho que mi insomnio es la causa de tomarme la vida con demasiada inseguridad, por la forma en que mi personalidad se enfrenta a los vaivenes, y que hay que aprender a vivir más relajadamente, a reírse de uno mismo. Por eso, sus preguntas, muchas, han sido acerca de mi vida y de mí misma.

-¿Cómo eres? –preguntó el doctor Jerónimo Páez, jefe de servicio de
Psiquiatría en el hospital madrileño Ramón y Cajal.
-Tímida, insegura, perfeccionista, sensible –contesté en su despacho, sentada frente a él, en una mesa llena de libros y de papeles que hacían que me sintiera todavía más confortable.

Sorprendentemente, ahí está la respuesta, en mi caso, a tantas noches en vela. No me ha recetado nada porque no estoy enferma. Este insomnio que padezco se cura con paciencia y con el ánimo de aceptar que mi afán de perfeccionismo no siempre es sano. Supongo que lo iré entendiendo con el tiempo.

1 Comments:

At 7:55 p. m., Blogger Antón Capitel said...

Este texto está verdaderamiente bien. Quiero darle la enhorabuena a la autora, que me parece que tiene verdadero talento. Tendría que hacer cosas largas. Espero que lo intente, pues promete mucho.

 

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