5.12.06

Cuatro horas, diez euros y Alejandro Sanz. Crónica de un día en Telecinco

Sofía Blázquez Ramírez

¿Quieres ser millonario? ¿La ruleta de la fortuna? ¡Consiga veinte euros! Estas palabras fueron las primeras que escuché tras marcar el número de la agencia que contrata gente para que acuda de público a los programas de televisión. Supe que existían cuando, en la cafetería de Ciencias de la Información, alguien me comentó que hace unos meses se había dedicado a ir a programas de televisión para ganar dinero. La idea se me antojó divertida e insólita. A mis dieciocho años, había descubierto una faceta nueva en mí: quería ser público.

Enseguida anoté el número y no tardé en llamar. El primer programa al que quería asistir era “Caiga Quien Caiga”. Desconocía si era difícil conseguir una cita para ir el mismo día en el que se grababa. Al instante una operadora encantadora respondió a mis dudas. Me pidió mis datos personales, es decir, mi nombre, apellidos, DNI, número de teléfono...e insistió en que asistiera a los dos programas anteriores que pagaban mejor. El problema era que su horario no estaba dentro de mis posibilidades y el de CQC sí.

De un momento a otro había organizado mi tarde del viernes. A las 16:30 debía estar en Plaza Elíptica, lugar desde donde nos recogería un autobús para llevarnos a los estudios de Telecinco. Momentos antes de salir camino a mi destino, me surgieron algunas preguntas: ¿qué debía ponerme? ¿el público asistente necesitaría llevar algún tipo de vestimenta específica? Ante la duda opté por algo sobrio y arreglado, unos pantalones grises con raya diplomática, una camisa negra de raso con corbata y unos elegantes tacones negros. Ya estaba lista para empezar a descubrir aquel mundo que hay detrás de las cámaras.

A las 16:30 llegué al lugar indicado donde debía esperar el autobús junto con una veintena de personas. Era curioso descubrir que en realidad hay gente que sí se dedica a esto. Dentro de estas personas podía distinguir distintas clases: inmigrantes, jubilados, amas de casa, aficionados, fanáticos, minusválidos, parados…Todos ellos tienen algo en común, una gran cantidad de tiempo libre y un afán por ganar un dinero fácil y rápido que no exige ningún tipo de conocimiento ni preparación. El autobús llegó media hora después y los allí congregados comenzamos a subir. Previamente teníamos que mostrar nuestro DNI, acreditando así que éramos la persona que había solicitado la cita. Una vez dentro se respiraba un clima de cansancio. Pude escuchar algunas conversaciones en las que comentaban cómo había sido su mañana en la “Ruleta de la fortuna” y como después de “Caiga Quien Caiga” irían a “Dónde estas corazón”.

Llegamos a los estudios sobre las seis de la tarde y el programa no comenzaba hasta las siete, por lo que tuvimos que esperar en la puerta hasta que llegó un guardia, quien con lista en mano fue nombrándonos y comprobando el carné de identidad. Como nuestro autobús fue uno de los primeros, tuvimos el “privilegio” de entrar a una pequeña sala de espera. Mientras esperaba me dediqué a observar a la gente. Aclaré una de mis dudas anteriores: no hacía falta vestir bien para ir a un programa de televisión. Había quien lucía chándal y deportivas lo que me convertía en una extraña a ojos de todos. En mi debut, mis acompañantes ya se conocían, incluso alguno portaba un cuaderno lleno de páginas con pegatinas de distintos programas.

Salí de ese pequeño invernadero, para dar una vuelta por los estudios de televisión. Telecinco no me mostró aquello que había imaginado. Dentro de su complejo de edificios también reinaban las obras propias del Madrid actual. Además todo estaba desordenado, lleno de cajas mal tapadas con un plástico que intentaba protegerlas de las intensas lluvias recientes.

De repente apareció un regidor que venía a paliar nuestra impaciencia y a instruirnos de cuándo y cómo teníamos que reírnos o aplaudir. Sin embargo, la gente no escuchaba sus explicaciones, las conocía demasiado bien. Una amable señora, ama de casa de unos cincuenta años con gran afán de protagonismo, me dijo: “Hoy éste es mi segundo programa, después voy a otro. Esta semana ya llevo unos diez”. Intentó eludir mi pregunta de cuánto aproximadamente podía ganar en un mes, pero ante mi insistencia respondió que unos cuatrocientos euros. Acto seguido apareció un espontáneo, minusválido parcialmente y en paro, que me reveló: “Yo este mes llevó unos trescientos euros y eso que sólo estamos a día diez”.

Pronto se animó la conversación y un grupo de personas se congregó alrededor de mí. Todos coincidían en que es un trabajo muy mal pagado para la cantidad de horas que requiere, aunque como me confesó una señora: “Ganamos tan poco dinero porque gran parte se pierde entre las agencias y las productoras de televisión”. Asimismo, la opinión general era: “No se puede vivir de esto, pero sí ganar un suplemento extra muy beneficioso para gastos y caprichos”. Un emigrante hispano me dijo que él sólo se dedicaría a esto hasta que encontrará un trabajo mejor. Llegó la hora de entrar en el estudio.

Me resultó más pequeño de lo que me había parecido en televisión, sobre todo porque en vez de asientos había cojines en el suelo y al fondo taburetes. A la gente mayor la colocaban al fondo en los taburetes. El programa está destinado a un público joven y no queda bien que se vean ante las cámaras, pero sí son necesarios sus aplausos y sus risas, además de llenar el plató. Aunque este día había más personas de lo habitual porque el invitado era Alejandro Sanz.

En el momento preciso comenzó a sonar la sintonía y con ella los aplausos y las risas del público experto que conocía su función. Pronto salieron los presentadores Manel Fuentes, Arturo Valls y Juan Ramón Bonet. La grabación del programa consiste en una serie de entradillas que dan paso a unos vídeos. Esto hace que sea más entretenido verlo desde la pantalla del televisor que en directo. Aunque descubrir el “making off” merece la pena. Apenas hubo que grabar dos tomas de nuevo. La llegada de Alejandro Sanz provocó los gritos de sus fans, quienes para su descontento tuvieron que conformarse con verle un solo instante, tras las gafas negras. Como llegó se marchó, para sorpresa del propio presentador quien fuera de cámara preguntó atónito: “¿Dónde está Alejandro? ¿Cómo es que se ha ido? ¿Pero no va a volver para promocionar su disco?”

Todo terminó como estaba previsto, a las ocho y media. Los presentadores se quedaron para atender a sus admiradoras. Pero no había tiempo que perder, el autobús salía rápido y no esperaba. Dentro del autobús ya se notaba el cansancio del día y algunas quejas. Aún así había quien continuaría su ruta hasta altas horas de la madrugada, el próximo destino: “Dónde estás corazón”. Nos entregaron un papel donde teníamos que rellenar nuestros datos, pura formalidad para darnos diez euros. Una tarde, cuatro horas de trabajo y diez euros. Desde luego no estaba bien pagado. ¿Quién quiere ser millonario?